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Cuando estalló la pandemia se suspendieron las peregrinaciones y tras un paréntesis largo hemos vuelto a convocarlas. El primer grupo viajó en octubre a Tierra Santa y Jordania. Ofrecemos el testimonio de María Jesús Guerra Gorrotxategi

Tras la clausura pandémica, vuelven las peregrinaciones. Cinco amigos elegimos octubre para ir a Tierra Santa y nos sumamos a un grupo de treinta personas. Destacaban por su juventud el bizkaitarra Mikel, y las gipuzkoarras Ane y Amaia, veinteañeros los tres. Idoia, madre de las chicas, los animó a apuntarse a la peregrinación.

Desde el primer día tuve la impresión de que estos jóvenes no eran indiferentes hacia Jesús, más bien al contrario. El marco de Nazaret, el Lago de Galilea, Belén, Jerusalén con el Santo Sepulcro… son lugares únicos donde nuestra historia personal, con sus alegrías y sus heridas, puede resurgir en lo más hondo de nuestro ser ante Jesús en el pesebre o ante Jesús en la cruz, conmoviendo nuestro corazón hasta estallar

Tras la clausura pandémica, vuelven las peregrinaciones. Cinco amigos elegimos octubre para ir a Tierra Santa y nos sumamos a un grupo de treinta personas. Destacaban por su juventud el bizkaitarra Mikel, y las gipuzkoarras Ane y Amaia, veinteañeros los tres. Idoia, madre de las chicas, los animó a apuntarse a la peregrinación.

Desde el primer día tuve la impresión de que estos jóvenes no eran indiferentes hacia Jesús, más bien al contrario. El marco de Nazaret, el Lago de Galilea, Belén, Jerusalén con el Santo Sepulcro… son lugares únicos donde nuestra historia personal, con sus alegrías y sus heridas, puede resurgir en lo más hondo de nuestro ser ante Jesús en el pesebre o ante Jesús en la cruz, conmoviendo nuestro corazón hasta estallar en un llanto silencioso… que Dios acoge con inmensa compasión y ternura.

Ciertamente, la tierra de Jesús puede ser un lugar que transporta al interior de cada uno la palabra encarnada de Dios hecho ser humano, y puede dejar huella en el corazón sensible de los jóvenes, aunque estén alejados de la iglesia y del cristianismo. Veía a nuestros tres amigos cómo escuchaban con respeto e interés las explicaciones, entraban con naturalidad en las eucaristías, en definitiva, se hacían peregrinos, alegrando el itinerario con su característica jovialidad y buen humor. Para nosotros que nos confesamos cristianos es a la vez una oportunidad y una prueba para dar testimonio de nuestra fe. Y digámoslo claro, con un lenguaje que también nos llegue a los adultos, y es que a veces damos por sabidas demasiadas cosas.

Al leer los Evangelios no tardamos en darnos cuenta del lenguaje vivo de Jesús: las mujeres le entendían a la primera cuando comparaba el Reino de Dios con el proceso de hacer el pan, igual que le entendían los hombres cuando contaba la parábola del sembrador, y es que Jesús no excluía a nadie del Evangelio, sino todo lo contrario; conmovía a las prostitutas tanto como enfurecía a los maestros de la ley, no dejaba indiferente a nadie cuando anunciaba y actuaba llevado por la pasión de la Buena Nueva de Dios Padre. Hablar con los jóvenes sobre Jesús puede resultar estimulante, un buen ejercicio para aclarar, y aclararnos, en Quién creemos.

De modo que pienso que ofrecerles el Evangelio a los jóvenes, a tantos chicos y chicas de buena voluntad y mente abierta, no es un acto baladí. Merece la pena invitarles a conocer y seguir a Jesús, acercándonos a las personas que sufren y tendiéndoles la mano. Sería bueno hablarles con palabras comprensibles para ellos. Por ejemplo, una palabra como “pecado”, bastante contaminada, se vuelve significativa explicada en términos de sufrimiento injusto, personal y colectivo, esa experiencia de introducir sufrimiento en la vida del prójimo y en la propia, de causar daño a los demás y hacerlo a posta, justamente lo contrario al plan de Dios, que es una vida digna y dichosa para todos y entre todos como hijas e hijos suyos. Creo que nos puede ayudar a todos, a jóvenes y a no tan jóvenes, aclarar el sentido de las palabras e ir a lo hondo de la experiencia evangélica, buscando creer con el espíritu de Jesús.

Por otro lado, hay algo que perdura en estos tiempos de internet: nos gustan las historias, los testimonios personales captan la atención de la gente, también de la gente joven. Pero el dicho necesita el hecho. El testimonio de fe se ofrece con la palabra y con la solidaridad fraterna encarnada en el día a día. Nuestros tres jóvenes aplaudieron la labor de la Casa de los Magos, en Belén, que ofrece trabajo a mujeres y familias necesitadas, iniciativa que apoyan los franciscanos a través de TAU Fundazioa; también captaron su atención las casas sociales construidas en tierras de la Custodia en Jerusalén, donde viven más de 300 palestinos cristianos. Los tres jóvenes peregrinos se mostraban sensibles a la coherencia entre lo que se dice y hace, para ver lo que hay de verdadero en nuestro testimonio cristiano. Creo que se trajeron un buen recuerdo de la Custodia Franciscana. Eso espero.

MAGDALA SIN MARÍA MAGDALENA

Es hermoso ir a los sitios que Jesús recorría con sus discípulos, hombres y mujeres, ver en Kafarnaum el mismo lago que él conoció y el mismo cielo que él miró, parar en los lugares donde él estuvo. Es hermoso y puede ser conmovedor. En una de estas paradas, algo inesperado en medio del peregrinaje … y tomamos conciencia de que pertenecemos a una Iglesia siempre en conversión.

Una tarde, siguiendo el programa de la peregrinación, llegamos a Magdala, el pueblo de María Magdalena, a orillas del lago de Galilea. Vimos los restos de la sinagoga que conoció Jesús. No sabemos dónde coincidieron Jesús y María por primera vez. Pero sabemos que aquella mujer de Magdala fue una de las principales seguidoras de Jesús de Nazaret, nunca lo abandonó, tampoco en la hora de la cruz, y fue ella la primera testigo del Resucitado y quien se lo anunció a Pedro y a los demás. Al lado de las ruinas de Magdala hay una iglesia construida, a mi parecer con un gusto exquisito, por una orden fundada en México en 1941. Nada más entrar, la vista es espectacular: la luz penetra a raudales en el templo, en el altar predomina un barco de pesca de tamaño real (o casi), parece una réplica de los de la época de Jesús, y tras el barco se extiende una enorme cristalera transparente creando un efecto tal que la iglesia parece prolongarse más allá del templo hasta el mismo lago. Es el símbolo de la Iglesia, la nave dispuesta a salir a alta mar, siguiendo la voz de Jesús.

Después de aquel primer impacto, recorrí con la mirada las paredes de la iglesia. Los doce apóstoles, en pie y en fila de a seis, nos vigilaban desde la izquierda y la derecha. Y ¿la “apóstol de los apóstoles”? Ni rastro de ella. ¡María Magdalena desaparecida en la iglesia de Magdala! Un escándalo y una vergüenza. Dudo que el Espíritu de Jesús haya entrado allí. En medio de tanto barco, tanto cristal, tanta vista al lago, a lo peor ni nos damos cuenta. Es insoportable la mentalidad patriarcal todavía tan arraigada en tantos hombres de iglesia y extendida entre los cristianos. Necesitamos alzar la voz para denunciar este modelo eclesial machista y excluyente, antievangélico y contracultural, fuera del siglo XXI. Reivindicamos la dignidad de la mujer como cristianas adultas en la fe. Abramos los ojos, no nos acostumbremos a aceptar lo que no viene de Jesús.

DESIERTOS Y BARES

Octubre es un mes seco en Tierra Santa. Hace calor. Lejos quedan los días de lluvia. Un paisaje árido se extiende a izquierda y derecha de las carreteras por donde transitamos en el autobús. Tierra desértica, prácticamente sin vegetación, a lo largo y ancho de kilómetros y kilómetros… De cuando en cuando un pueblo, casas de tejados planos donde destacan los tanques de depósitos para el agua que transportan camiones-cisterna. Ya se sabe que en el desierto escasea el agua. Es ahí, al desierto, a donde acudían los profetas para escuchar la palabra de Dios. También Jesús. Sus montes pelados y llanuras amarillentas contrastan con el verdor y frescor de nuestro pueblo. Aunque nosotros, en nuestra abundancia, no somos inmunes a los desiertos interiores, más bien al contrario. Las vistas desde la ventana del autobús me hacían pensar en los desiertos de la autosuficiencia, en las entrañas resecas de la opulencia, y me preguntaba a quién acudiremos para que nos dé un corazón nuevo, aliento y consuelo, esperanza y sentido de la vida.

La peregrinación es intensa, tanto en lo cristiano como en lo itinerante. Se madruga mucho y los días están petados de visitas a lugares donde hay que estar puntuales. Al final del día llega la hora del descanso, el momento de estar en compañía de los amigos y gente que se acerca. Tengo el recuerdo de un buen ambiente. Nos encantaban las salidas después de cenar a los bares cercanos al hotel en las agradables noches de octubre, en Nazaret, Belén, Jerusalén. Aquellas cervezas, aquel licor blanco de cuyo nombre no consigo acordarme … y algún “souvenir”, regalo de la casa…

NO HAY FINAL

En Tierra Santa cada cual sabe de lo que ha vivido. Tal vez ha habido algún lugar que nos ha dejado huella, quizá nos ha ocurrido algo inesperado y sorprendente que no acabamos de comprender… A la vuelta, ya en casa, hemos de volver a lo que vivimos aquellos días. Si no reflexionamos sobre nuestras experiencias no las interiorizaremos y acabaremos olvidándolas. Recordaremos haber pasado por algunos sitios emblemáticos y únicos, pero se reducirá a una memoria agradable y, con el tiempo, puede que algo superficial. En cambio, lo que hemos visto, oído y traído en nuestro corazón puede madurar y fructificar si lo cultivamos bien. Lo podemos alimentar leyendo el Evangelio, enriquecerlo en la solidaridad de una comunidad cristiana, iluminarla leyendo un buen libro sobre Jesús. He de decir que somos afortunados al contar con un gran teólogo vasco, José Antonio Pagola, un hombre apasionado de Jesús. Suyo es el libro que recomiendo, “Jesús. Aproximación histórica”. Lo demás, la fe, es un regalo de Dios. Nosotros no podemos darnos la fe. Lo que sí podemos es estar abiertos a ese don y cuidarlo.

Los franciscanos han cumplido 800 años como custodios de Tierra Santa y nosotros hemos recibido un buen regalo al poder ir en peregrinación acompañados de los frailes Juan Mari Iturria y Fausto Yudego. Ahora nos toca seguir peregrinando en las Galileas de nuestro pueblo.

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